Sangre emana de mis oidos, porque he escuchado la llegada del hijo de los santos y su presencia me ha empezado a descomponer...
Cada célula de mi cuerpo se empieza a convertir en desecho...
Mis ojos ven como mis manos se pulvorizan y no puedo hacer nada para evitarlo...
Mi mente empieza a comprimirse cada vez más y más hasta quedar totalmente inapreciable...
Abro los ojos y veo como las cadenas me maltratan las venas que muchas veces me dieron consuelo...
¿Donde estoy? ¿En el Infierno?
Nunca me habia sentido el más dichoso de los seres...
¡Si existe! ¡Es real!
Por fin la muerte me ha dado la vida que siempre habia deseado mientras andaba muerto por los senderos de la vida en el frustrante mundo, donde el dolor era inagotable...
Y seguirá siendo inagotable... mas ahora... no es en un mundo infernal... sino en el mismo infierno donde pasaré el resto de mis días viendo como se derrama mi sangre sin poder alcanzar la paz, porque la paz, es estar allí por la eternidad...
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